"EL BURRERO"


COLECCIÓN: Paisajes y Rincones. TÍTULO: "El Burrero".
FECHA: agosto de 2014.
Plumilla y tinta china de colores
AUTOR: Lucoco.
29 x 42 cm.
 


 
Visitar la playa de El Burrero, en Gran Canaria, me transporta a los veranos de mi infancia. La casa  que los sobrinos de mi abuela nos dejaban durante los tres meses de verano, hacía que pudiésemos vivir allí todo ese tiempo, disfrutando del entorno ventoso de la costa de El Carrizal de Ingenio.
El primo de mi padre, Juanele, y su esposa Paquita, con sus hijos Paquita Rosa, Juan Alberto, David José y Enrique Jorge, eran nuestros referentes en aquel lugar lleno de encanto de mar, de sal, de arena y viento. Cuando Pinito nos visitaba acompañada de su hermano Pepito, lograba que nos reuniéramos en torno a ellos para escuchar sus historias y viajar por las raíces de la familia Cardona, a la que pertenecía Mamá Carmen.
 
Al fondo, el Roque, lugar de refugio del viento y placer de los bañistas en la pequeña bahía, que nos separaba de la Marfea y del Charco del Cura.  En primer plano, las barcas de los pescadores que aparecían de repente en la playa, llenas de pescado, albacoras gigantes que todavía saltaban minutos despues de que arribaran en la orilla. Tantas veces ayudamos a empujar las embarcaciones sobre los palos en la arena, tanto para lanzarlas al mar como para extraerlas del mismo.
Un sin fin de experiencias inolvidables acompañan a lo que representa este dibujo: los juegos con Andrés, Tony, mis hermanos y mis primos, las caminatas a la montaña de arena para lanzarnos por su falda hasta que las piedras nos frenaran, las visitas al aeropuerto con Juanele, los juegos en los grandes descampados alrededor de nuestra casa, vivienda que aparecía entonces casi sola, acompañada de la Casa de los Dados (Quizás un dibujo próximo será esta preciosa casa antigua con dos dados a ambos lados de la entrada principal, motivo por el cual la llamábamos así).
El juego de la billarda nos lo aprendimos mis hermanos y yo en este paraje del sureste de Gran Canaria, en estos meses de verano. Nos pasábamos muchos ratos jugando. Al poco tiempo, también nuestros amigos de Firgas utilizaban las palas y las billardas para jugar a este pequeño deporte que se conoció gracias a los veranos en El Burrero.

"LA TRAÍDA DEL PALO"

COLECCIÓN: Escenas.
TÍTULO: "La Traída del Palo".
FECHA: agosto de 2014.
Plumilla y tinta china de color sepia.

AUTOR: Lucoco.
24 x 32 cm.



 
La "Traída del Palo", tradición que se remonta a más de 250 años, en la que los habitantes del municipio de Firgas (Gran Canaria- España)  portan un poste de madera por todo el pueblo, en medio de la algarabía y la música de charanga, hasta llegar a la Plaza de San Roque... en la cual se levanta "el Palo" y se enarbola en él la bandera de San Roque, a la cual los más valientes y atrevidos intentan llegar subiendo por el Palo, y besarla en lo más alto.
Otro de los momentos interesantes del Palo es el que refleja el dibujo, que representa uno de los momentos en que los jóvenes portadores lo sostienen, inclinado en medio de la calle, y otros intentan caminar por él guardando el equilibrio, ante la expectación del público.
 
 

"LA MENINA DE ALCOBENDAS NOS SALVÓ"

COLECCIÓN: Monumentos.
TÍTULO: "La Menina de Alcobendas nos salvó".
FECHA: agosto de 2014.
Plumilla y tinta china color violeta.
AUTOR: Lucoco.
24x32 cm.

 

En nuestro viaje familiar por Madrid, habíamos elegido un hotel en la periferia de la capital, cerca de la localidad de Alcobendas.
Para movernos desde este lugar debíamos coger una guagua (autobús) hasta Plaza de Castilla, con el fin de seguir en metro hasta el parque Warner, según lo planeado para el viaje.
Por accidente, la primera vez que subimos en el metro, en la estación de destino, se le olvidó a Ana su bolso en uno de los asientos. Cuando nos percatamos de que no lo tenía, era tarde, el tren se había marchado. Paralizados en medio de la estación, con las maletas de viaje y las mochilas, recurrimos a lo primero que nos vino a la mente: llamar por teléfono al número que aparecía en el plano del metro.
Desde la oficina nos recomendaron que llamáramos  varias veces al día para dar tiempo a que, con pocas probabilidades,  algún honrado pasajero o el propio maquinista, en un golpe de suerte, lo viera en el asiento en que se quedó, al realizar la rutinaria revisión..
Así lo hicimos: llamamos una y otra vez sin éxito,  hasta que por fin, la persona que estaba al otro lado del teléfono nos pedía descripción detallada de todo lo que había dentro del bolso.
-Creo que es suficiente con esto- dijo. - Pueden venir a buscarlo a la última estación, la del Hospital Infanta Sofía.
Entre el júbilo y el poco crédito de habelo conseguido, cogimos de nuevo el metro y partimos hacia la estación. Una vez recuperado el bolso, pensamos celebrarlo cerca de donde nos hospedábamos, en el centro comercial de la Moraleja. Finalmente, decidimos caminar y conocer un poco la zona. Es, entonces, cuando aparece nuestra protagonista.
Llegado al núcleo urbano de Alcobendas, preguntábamos dónde había una parada de guagua para llegar al hotel. Unas personas nos hablaron de una rotonda con una señora muy gorda. Otras nos presentaron a esa señora como la Menina. Efectivamente, allí estaba, de piedra, en el centro de una gran rotonda cubierta de césped bien cuidado.
La observamos durante unos minutos...
Cerca de allí estaba la parada de la guagua, "El África",  que nos llevaría hasta la puerta del hotel.
La anécdota principal comienza cuando al día siguiente partimos hacia la Warner, como estaba previsto. Al regresar, finalizada la jornada, y no habiendo llegado a tiempo a coger el autobús línea 157, que era el que nos llevaba a la zona comercial de Alcobendas, cogimos otro, el c57, que nos acercaría al mismo sitio, aunque se desviaba en algún momento del camino.
Era de noche, no teníamos muy localizado el hotel. Comentamos al conductor nuestra inquietud y nos respondió que esta línea no nos llevaba hasta allí, pero lo solucionó, según él,  dejándonos en la parada más cercana.
Cuando bajamos de la guagua, miramos a un lado y al otro, pero no conocíamos nada de lo que veíamos. ¿Estábamos perdidos? ¿No era suficiente con la anécdota del bolso de Ana, sino que teníamos que someternos a otra desventura como la de encontrarnos en medio de la periferia madrileña, de noche, sin conocer aquel lugar?
Las niñas empezaron a ponerse nerviosas, nosotros también, aunque intentábamos no demostrarlo. Comenzamos a caminar, a la orilla de la carretera, rumbo a los edificios iluminados más cercanos.
- ¡ Un momento!- Gritó Natalia. -¡Esa es la Menina!
Efectivamente, gracias a la grandiosa estatua de piedra que habíamos conocido el día anterior, pudimos encontrar de nuevo la parada de guaguas para ir al ansiado hotel.
El resto del viaje lo pasamos recordando la famosa Menina de Alcobendas, que fue quien nos guió en medio de aquella noche de Madrid.